Leonardo Nápoli: «Homero es una obra que chorrea argentinidad»
Este domingo 4 de septiembre es la fecha de estreno de Homero Manzi, el color de la sudestada. Una obra de Leonardo Nápoli que podrá disfrutarse en la sala Caras y Caretas.
Al tratarse de un icono popular argentino de los años 30 y 40, quisimos saber más sobre su mirada al día de hoy, motivo por el cual entrevistamos a Nápoli, previo al estreno.
¿Cómo nace este proyecto?
Esta producción es un proyecto que tiene unos años, donde trabajamos junto a José Luis Castiñeiro de Dios y Fernando Mutante. Cada uno fue tomando su parte en la construcción del libro, la estructura gramática y la construcción de los diálogos y, la música y las letras de las canciones.
La novedad que tiene esta mirada que hacemos, que no pretende ni ser mejor ni peor que las otras tantas que se han hecho, es que no hacemos esa reconstrucción arqueológica del personaje, tocando todos los temas de su vida; sino que tomamos el desafío de inspirarnos en su obra, porque somos argentinos herederos de toda esa cultura. Ahí agarramos la responsabilidad de tomar toda esa obra y acercarla a nuevas generaciones.
Es una mirada desde otro lado, profundizamos de alguna manera en un Homero Manzi que, por lo menos a mis ojos, no conocíamos.
¿Qué Homero conocías?
Yo conocía al Homero de Sur o de Malena, de Mariano Mores, Sebastián Piana y Troilo, el hombre del cine, de SADAIC. Yo no conocía con profundidad quien había sido el Homero de la Unión Cívica Radical, el hombre que estuvo preso y vio cómo fusilaban a Severino Di Giovanni, que estuvo preso por ser Yrigoyenista y que tuvo cárcel y persecución.
Son cosas que nos fuimos adentrando mientras trabajamos el libro.
Homero ha sido el hombre de su generación que muy posiblemente haya vivido con mayor intensidad esos años de política. Y a su vez hay poco material escrito desde su poética de aquello, más allá de la Milonga del Novecientos, donde dice que era hombre de Leandro Alem.
¿Qué te sorprendió en el momento de estudiarlo?
Una vez leyendo unas notas de su íntimo amigo Arturo Jauretche, con quien compartió desde la facultad hasta su muerte, dijo ‘Homero Manzi fue mezcla de intelectual con atorrante de barrio’. A mi eso, como dramaturgo, me llamó mucho la atención. ¿Qué era eso de ser una mezcla tan particular?
Otra de las cosas fue ver a un muchacho cómo veríamos hoy. El hecho de tener 39 años y te digan que te vas a morir a causa de un cáncer, que además resultó ser muy bravo. Es algo que sería devastador para cualquiera de nosotros, sin embargo el, más allá del shock que significa recibir una noticia así, tuvo su momento de obra más importante en esa época. En esos tiempos fundó SADAIC y tuvo su producción cinematográfica. El hizo todo eso con los días contados.
Tuvo conversaciones terribles con los médicos, desde que el doctor Ramón Carrillo le dijo que tenía un cáncer en los intestinos y después en cada uno de los tratamientos. El hizo lo imposible siempre para agregarle un día a su vida.
¿Con qué Homero se encontrará el público?
Con un Homero Manzi vital, humano y alejado de toda cartonería. Van a ver a un hombre que vive de sus amores, sus conflictos y sus pasiones con eso. Con contradicciones, porque no le es fácil. Es un hombre con sus vicios, un jugador, un tipo de la noche. El no era una carmelita descalza. Fue un hombre que vivió la noche porteña.
¿Cómo se incluye en la obra a Juana, Malena y Casiana?
Todos estos personajes son hechos por Roxana Fontán y representan a tres mujeres que gravitaron en su vida. En toda su obra, salvo que se me haya ido algún detalle, el nombra a una sola persona de existencia concreta: Juana. Una mujer que vivía en Pompeya, que tenía un apellido vasco y que cada tanto la veía. El la nombra como “Juana, la rubia que tanto amé. ¿Sabrá que tanto sufro desde la tarde que la dejé?”. Esto el lo escribe 20 años después, como que esto fue un gran amor que tuvo a los 15 años.
Después estuvo su mujer, Casilda Iñiguez Vildósola, con quien tuvo a su hijo Acho y a quien nosotros en la obra la nombramos como Casiana. Ella fue una gran mujer, que lo bancó en todo.
Malena no es Nelly Omar. En este caso quisimos, como autores, tener la libertad de la creación. A modo de ejemplo, lo mejor de Juan Moreira fue la leyenda de Juan Moreira; después, si fue un vago y matón…son cosas de la vida real. Nosotros quisimos darle vida a este personaje.
Nelly Omar dijo que ella era Malena, pero esto nunca fue afirmado por Homero Manzi y también más tarde apareció Malena Torterolo…pero nunca se supo bien quién fue Malena, nadie lo dijo ni lo confirmo. Y eso para los autores es una cosa interesante porque entra en el campo de la imaginación. En ese sentido nosotros escribimos una Malena que tiene mucho que ver con el y que es parecida a Nelly.
¿Cómo lo viste al Chino Laborde como Homero?
La verdad fue un enamoramiento mutuo de alguna manera. Yo no lo conocía como persona, sí como artista. Para mí Homero tenía que ser un hombre que viniera desde el tango, no quería cualquier actor que supiera cantar para que lo interpretase.
Cuando nos juntamos dijimos eso. Una figura del tango, joven y que no sea acartonada en el hecho de vestirse como los años 40. Quería un tipo que vea el tango desde la mirada de hoy.
Lo primero que me dice el Chino es que no tenía nada que ver con Homero. Y yo le dije que tenía que lograr que la gente creyera que fuera el. El empezó a ensayar y apareció el actor. El viene de la comedia musical y tiene mucha experiencia. Tuvo una rigurosidad con el personaje que a mi me llamó mucho la atención. Cambió su look y engordó un montón de kilos para parecerse al personaje. En la foto se verá muy parecido, más allá que el mida 1,85 y Homero era más petiso (risas).
¿Cómo sería la invitación para un público que verá la obra sobre un personaje que vivió hace muchos años y que por ahí muchos solo lo conocen por su nombre?
Sería…no sabemos como nos saldrá esta obra, pero sí le garantizamos a la gente que va a chorrear argentinidad. Es una obra profunda, realizada desde la Argentina. Será universal en muchas cosas, pero chorrea argentinidad.
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