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Guns N´ Roses y su viaje en el tiempo

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Con el concierto de ayer en Núñez, Guns N´ Roses finalizó su estadía en el país, donde brindaron tres recitales (dos en el estadio de River y uno en el Gigante de Arroyito, en Rosario) y terminó así con esa larga espera que significó volver a ver en un mismo escenario a parte de la formación original de ese grupo que auténticamente se ganó el mote de La banda más peligrosa del mundo.

Hoy, 23 años después, ese mote quizá quede lejos, pero lo que no ha quedado en el tiempo ha sido la espectacularidad sonora que significaron esos geniales riffs provenientes de la guitarra de Slash, los alaridos (una batalla que ha ganado el cantante) que aún llegan de la garganta de Axl Rose y ese compás destructor que marca el bajo de Duff McKagan.

Todo eso, sumado al correctísimo acompañamiento de Richard Fortus (guitarra), Frank Ferrer (batería) y Dizzy Reed y Melissa Reese (ambos en los teclados) provocaron que Guns N´ Roses le regalara a su público un viaje en el tiempo a esos gloriosos principios de los ´90, cuando tanto se había generado, entre devoción y polémica, en su primera visita a estas tierras.

Aquellos adolescentes –hoy pisando los 40-, se juntaron a los chicos que han crecido con la leyenda y congeniaron en una serie de noches que difícilmente puedan olvidar.

Desde el primero de los acordes de It´s so easy, hasta el final festivo de Paradise city, la banda regaló dos horas y media de estadía en el Limbo, olvidándonos la cantidad de agua que había pasado por debajo del puente durante estos 23 años de espera.

Los ojos del público claramente se derriten ante la presencia y el carisma de Axl Rose y de Slash, combo letal para cualquier rockero de ley, que en todo momento se la juegan por el show. Absolutamente todos los integrantes disfrutan de su rol en el escenario y además sabe el lugar que ocupa.

Con respecto a la lista de temas, seguramente habrá dejado a todos en casi un 90 por ciento de aprobación. Incluso los temas de Chinese Democracy (la canción que da nombre al álbum, Better y This I love fueron las elegidas) suenan mejor con Slash y Duff, haciéndonos pensar qué habría sido del disco con ellos en el estudio.

El repaso obvio al mejor disco de la banda, Appetite for destruction (además del tema elegido para abrir el show sonaron Mr. Brownstone, Welcome to the jungle, Rocket queen, Sweet child o´mine, Out ta get me (el viernes) y My Michelle (el sábado), ambas con la presencia estelar de Steven Adler en la batería, en calidad de invitado (¿será posible tenerlo en forma continua, más viendo cómo se ganó a la gente en tan solo un tema?), Nightrain y Paradise city. Clásicos infaltables e inoxidables, que marcaron a más de una generación al igual que Estranged, You could be mine, Coma, Civil War, Don´t cry o Patience, por nombrar a algunas de las que sonaron.

Al final, cuando el papel picado que volaba quedó en el piso y el humo de los fuegos artificiales se disipaba, cuando la banda se acercaba al frente en conjunto para despedirse de su gente, esa máquina del tiempo que hizo posible revivir a muchos parte de su adolescencia nos regresaba a la realidad, pero con una inmensa e imborrable sonrisa que espera volver a dibujarse pronto con una nueva visita del grupo de Los Angeles.

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