Las Armas y el regreso de una voz emocional que nunca se apagó

Después de años de silencio, la banda del sur del conurbano vuelve a escena con un sonido renovado y la misma entrega de siempre. Con nuevo material en camino, una recopilación de rarezas y la promesa de giras futuras, Las Armas demuestra que su fuego sigue intacto.

El regreso de Las Armas no fue una jugada planeada. Ni estrategia ni marketing. Simplemente se trató de una emoción compartida entre viejos amigos, cerveza de por medio, y una fecha en la que la nostalgia se transformó en acción. “En 2024 intentamos armar una banda con el bajista (Joni) de Las Armas y con Javi de Promesas en batería. La cosa no resultó, pero un día salimos con todo ese grupito a ver un show reunión de Reconcile… cerveza y emoción de por medio decidimos volver a armar Las Armas”, relató Ezequiel Escobar, guitarrista del grupo.

Ese reencuentro no sólo encendió la chispa de un nuevo comienzo, sino que también impulsó a la banda a reconectar con un público que, en gran parte, nunca dejó de acompañarlos. “Muy contentos de ver que el esfuerzo, tiempo y cariño desplegado en todos estos años haya sobrevivido y encontrado su lugar en el corazón de tantas personas. Gracias de verdad por cuidar nuestra música”, agradeció.

Nacida en Lanús en 2005, la banda tomó forma con integrantes del sur del conurbano bonaerense, en un entorno de intercambio musical constante. “Antes se llamaba Cambiar, en algún momento se fue el cantante y entré yo, que pululaba en sus ensayos”, recordó Escobar. El nombre definitivo también fue parte de un proceso colectivo, aunque con insistencia personal: “Había una lista larguísima de nombres para la banda que habíamos escrito entre todos, pero yo jodí tanto con ‘Las Armas’ que finalmente lo aceptaron. En sí sale de la letra de un tema de “Los años mueren” que decía: ‘Mis armas serán recordar’“. Aquella frase, escrita por un amigo suyo, terminó marcando una identidad: “Le dije: ‘mirá que te robé una frase’. Nunca me olvido que, en la primera fecha, después de tocar, aparece un tipo y me pregunta: ‘¿Cómo se llama la banda, che?’. ‘Las Armas’, le contesto. ‘Uh, man –me dice– qué buen nombre’. Nada mejor que un desconocido dando su aprobación”.

El sonido del grupo, desde entonces, se definió por su versatilidad, una constante tensión entre potencia y sensibilidad. “Yo diría que es una banda versátil, tiene la potencia del rock y la sensibilidad de la canción. Y la variedad en lo compositivo también se lo da el trabajo colaborativo, no es que uno solo compone, sino que todos aportan desde el comienzo”, explicó Escobar. En sus inicios, el cruce de influencias fue tan diverso como su propuesta sonora: “Mezclábamos el hardcore gay antifascista de Fun People con yeites de bandas emo que recién conocíamos, como At the Drive-In, American Football o Emery. No incorporábamos elementos muy reconocibles de new metal, heavy o hardcore old school, pero todo eso estaba en nosotros”.

Así, el primer disco de la banda suena, por momentos, “a Deftones y otras a Maiden, pero siempre es medio emocore”. La evolución fue inevitable, y con cada nuevo álbum se sumaron referencias y búsquedas distintas. “Después nos abrimos muchísimo más. Siempre fuimos de escuchar mucho Radiohead, así que por el segundo disco apareció Sigur Rós, Bon Iver y Standstill. Ya para el último disco perdimos un poco la influencia tan marcada y fuimos más nosotros mismos, sin tantas referencias”.

La reunión de 2024 trajo consigo la necesidad de reencontrarse también con “En busca de la furia perdida”, el disco más emblemático de su carrera. “Realmente estábamos creídos que la gente venía a vernos esperando oír ese disco en particular. Pero se cantaron todos y cada uno de los temas. Y si bien el primer disco es emblemático, yo creo que la gente que nos sigue soltó un poco y creció con los siguientes discos al igual que nosotros”, destacó el guitarrista.

El camino de Las Armas nunca fue lineal. Entre disco y disco, los cambios de integrantes y las transformaciones internas siempre marcaron nuevas etapas. “Entre disco y disco siempre hubo ruptura y cambio de integrantes, siempre hubo como una especie de reseteo. Los discos definen etapas en nuestra vida como individuos y como banda. Reflejan búsqueda, a veces madurez, pero siempre están atados a los cambios y a nuestro presente”.

Uno de los giros más marcados ocurrió en el álbum “Animales”, donde la recepción del público fue mixta: “La respuesta del público demostró en parte decepción y en parte sorpresa. Como sea, nunca nos guiamos por lo que piense la gente y así dejamos asentado que no somos una banda emo o una banda hardcore”.

El regreso no solo se nutrió de la emoción del reencuentro, sino también de una inesperada conexión con nuevas generaciones. “El hilo nunca se cortó. Las personas que en su momento se nutrieron de nuestra música nunca dejaron de compartirla, y no solo eso, sino que la reflejan en su propio arte. El boca en boca y la influencia sigue siendo nuestra gran vía de difusión”.

Ezequiel, además, nunca dejó de tocar. A través de su proyecto “Mis Amigos Muertos”, fue testigo del devenir de la escena independiente en el conurbano. “Puedo afirmar que, aunque la mayoría de los lugares que hay para tocar siempre van a priorizar lucrar, respetan mucho más al músico under y no tienden a boludearlo y explotarlo sino a reconfortarlo. Cosa que antes no pasaba ni por casualidad”. Este cambio, según él, también se explica por una mayor profesionalización: “Las bandas más jóvenes son más profesionales desde el inicio y están mejor plantadas”.

El presente de Las Armas está atravesado por el entusiasmo de un nuevo disco que mezcla identidad, frescura y nuevos caminos. “El nuevo material tiene un poco de todo. Se siente la identidad de la banda y también la sangre nueva. Hay espacio como siempre para las guitarras y el emo, pero también para los sintes y nuevos ritmos. Acorde pasa el tiempo la banda se afianza más y siguen apareciendo nuevos matices”.

Además, se viene un trabajo paralelo que hará las delicias de sus seguidores más fieles: “Estamos por sacar una compilación de rarezas, con algunos demos, acústicos y ‘outtakes’. Seguramente hagamos alguna sesión en vivo en algún momento ya que hay varias propuestas interesantes. También estuvimos viendo varias veces la posibilidad de visitar otros países, pero no se dio todavía”.

Casi veinte años después del primer ensayo, la música sigue ocupando un lugar central en la vida de Ezequiel y sus compañeros. “La música es el combustible para el cuerpo y el espíritu. Si la cultura está siendo estudiada por máquinas y replicada sin sentimiento ni consentimiento, nos toca resistir, crear y usar el cuerpo y mente para generar esa energía. Nos encomendamos a esa tarea como músicos, a ser parte humana y activa en la creación y preservación de la cultura”.

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