“Homo Argentum”: Francella frente al espejo roto de lo argentino

En apenas una hora cuarenta, Homo Argentum se lanza a una empresa tan ambiciosa como riesgosa: retratar el alma del argentino a través de 16 relatos breves, cada uno protagonizado por un personaje diferente encarnado por Guillermo Francella.

Dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, la película intenta condensar siglos de costumbres, gestos y contradicciones nacionales en una sucesión de viñetas veloces, que funcionan más como destellos que como retratos.

La comparación con Relatos Salvajes aparece sola, inevitable. Allí, con seis historias bien desarrolladas, Damián Szifron logró que el público recuerde nombres, gestos, climas. Acá, en cambio, la velocidad conspira contra el impacto. Hay relatos que duran apenas dos o tres minutos y se esfuman antes de provocar algo real, más allá de una sonrisa rápida o un gesto de reconocimiento.

El gran déficit del film está en su forma: demasiados personajes en muy poco tiempo. El resultado es una colección de situaciones que entretienen por momentos, pero que no logran calar. No hay tiempo para la empatía, no hay pausa para la identificación.

Y, sin embargo, Francella sale airoso en algunas de sus interpretaciones. En uno de los desafíos más exigentes de su carrera, interpreta con oficio y entrega a 16 argentinos distintos: hay diferencia de voces, posturas, registros. Se nota el trabajo, tanto actoral como de vestuario y caracterización. Algunas actuaciones resultan más logradas que otras, claro, pero el esfuerzo es evidente y se agradece.

“Homo Argentum” es un proyecto ambicioso, sin dudas. Una película que promete mucho y se queda solamente en la promesa y en la premisa. Quiere ser espejo, pero apenas roza el vidrio.

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