La legendaria banda reafirmó su poder en vivo con un show demoledor donde presentó “El Diablo” ante un público encendido.
Horcas volvió a El Teatro Flores con una certeza: el metal argentino sigue respirando, rugiendo y multiplicándose. Sin mirar atrás, la banda presentó su nuevo trabajo, “El Diablo”, con una potencia que rozó lo ceremonial. Cada riff fue una declaración de principios y cada grito de Walter Meza una convocatoria a la resistencia.
Desde los primeros acordes de “Ciego para ver” y “El Diablo”, el público respondió con la devoción de siempre. El Teatro se transformó en un hervidero, con los brazos levantados marcando el pulso de un set que no dio respiro. Las nuevas canciones fueron recibidas con entusiasmo: el público las coreó como si ya formaran parte del repertorio histórico, un gesto que refleja la conexión inquebrantable entre Horcas y su gente.
Walter Meza, dueño absoluto del escenario, arengó sin descanso, sabiendo cómo encender cada rincón del lugar. Su voz —afilada, potente y llena de matices— sigue siendo uno de los pilares del metal nacional. Entre tema y tema, su comunicación con el público fue tan natural como en los comienzos: un líder que no predica desde el pedestal, sino desde la trinchera. “Garras”, “Veneno” y “Días oscuros” funcionaron como puños sonoros, con un sonido ajustado y una base que rugió firme.
El Diablo y el poder intacto de Horcas
El nuevo material, que mezcla la velocidad del thrash con un pulso más contemporáneo, se integró sin fisuras con los clásicos. “Ya no hay dolor” y “Días oscuros” levantaron al público en una comunión perfecta entre lo nuevo y lo eterno. Detrás, el engranaje instrumental brilló: Lucas Bravo y Sebastián Coria en guitarras marcaron el rumbo con precisión quirúrgica, mientras Norberto “Topo” Yañez volvió a demostrar que su bajo es columna vertebral y bandera del grupo.
Cristian Romero en batería aportó una dosis de energía demoledora. Horcas sonó como una unidad sólida, sin fisuras ni artificios: puro músculo sonoro y actitud. “Padre nuestro” y “El infierno que inventás” se sintieron como himnos encendidos en medio del caos y confirmaron por qué la banda sigue siendo referencia dentro de la escena.
El tramo final del show fue una fiesta compartida. “Argentina, tus hijos” y “Vencer” desataron el pogo más masivo, mientras “Esperanza” y “Solución suicida” cerraron el círculo de intensidad. Pero el éxtasis total llegó con los homenajes a V8: “Brigadas metálicas” y “Destrucción” fueron coreadas con el fervor de un credo. En ese instante, pasado y presente se fundieron en un solo grito: el del metal argentino, vivo y desafiante.
Horcas volvió a demostrar que su fuego sigue encendido y que el metal nacional sigue encontrando en la banda un estandarte inquebrantable.