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Airbourne en Flores: El rock que le gusta a la gente

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Por un momento, la tecnología pareció perderse en el Teatro Flores. Lejos, los celulares, las filmaciones constantes y el deseo de inmortalizar en un recuerdo al músico de turno, quedaron en el olvido y en segundo plano cuando Airbourne entró en escena.

Pareció que todo volvía a ser como antes: un viejo y entrañable recital de rock and roll, con cuatro músicos derrochando sudor y potencia y gente -mucha en realidad- queriendo disfrutar y saltar al ritmo de las poderosas canciones de los australianos.

Airbourne dejó, tras su primera visita por estas tierras, las ganas de retomar a la simpleza y contundencia del rock, tal como pregonan sus coterráneos de AC/DC.

Luego de una muy buena actuación de los locales de La Naranja, con la presencia del legendario ex guitarrista de Riff, Boff Serafine; Airbourne saltó al escenario con las ganas de devorarse las expectativas que se habían generado en torno a su visita, pero enseguida debieron sortear un problema: el sonido. El micrófono principal no permitió escuchar la estruendosa voz de Joel O’Keeffe en casi toda Ready to rock, primera canción del set.

Si bien la algarabía y energía del público hicieron que el concierto continuara, los silbidos y quejas lograron parar el recital durante Too much, too young, too fast, cuando las fallas ya eran demasiado evidentes.

Sin embargo, en ese instante se vio la impronta del verdadero showman que O’Keeffe es, e inmediatamente logró ponerse a la gente en el bolsillo. Después sí, con los problemas solucionados (y con Too much…tocada nuevamente y en su totalidad), el setlist ofreció un golpe al mentón tras otro: Down on you, Rivalry y Girls in black, antes del primer saludo a la gente y luego con It´s all for rock ´n roll (canción tributo al inolvidable e inmenso Lemmy Kilmister de Mötorhead), Breakin’ outta hell, No way but the hard way y Stand up for rock n’ roll.

O’Keeffe, en una entrevista previa y exclusiva a La Vereda, había señalado que un concierto de Airbourne eran “toneladas de rock salvaje” y esa premisa hizo efecto, incluso con un set corto como el que dieron (el recital tuvo apenas once canciones). Gran parte de ese rock salvaje proviene de una máquina ensamblada y aceitada, compuesta por Harri Harrison (nuevo guitarrista del grupo), el bajo de Justin Street y la batería de Ryan O’Keeffe.

Con tiempo para brindar con cerveza y convidar al público, bajar del escenario y festejar con sus seguidores, el cantante y guitarrista hizo la previa del final, que tuvo a Live it up y Runnin’ wild como bises.

De esta forma, Airbourne saldó con creces esta visita al país que tardó más de la cuenta en producirse pero que, sin dudas y con el resultado a la vista, volverá a ocurrir.

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