Desde las calles de Capital Federal, el grupo apuesta a ofrecer un show profesional en cada esquina, sorprendiendo a los transeúntes y llevando su propuesta cultural a todos los rincones.
La escena urbana de Buenos Aires tiene una riqueza musical que no deja de sorprender. Entre los protagonistas de este fenómeno se encuentra Armando la Gorra, una banda de artistas callejeros que decidió apostar a la profesionalización del espectáculo en la vía pública, ofreciendo un show de altísimo nivel técnico y musical, pero al alcance de todos. Claudio González, tecladista y cantante del grupo, dialogó con La Vereda y compartió detalles sobre esta propuesta artística que ya es sensación en las calles porteñas y que cuenta también con Diego Bachi Cardozo en la batería (y la técnica para poder llevar adelante los conciertos), Dante Quintana en la guitarra y Ayelen Wawis en la trompeta.
.“Somos artistas callejeros, traemos nuestra obligación con la gente que es traer arte y cultura a la gorra”, expresó González, dejando en claro que, para ellos, hacer música en la calle es un acto de compromiso y de entrega total. Más allá de los proyectos individuales que cada miembro lleva adelante, el objetivo común es sencillo pero poderoso: acercar su arte a todo aquel que quiera disfrutarlo, sin importar su situación económica.
El nacimiento de Armando la Gorra fue una evolución natural dentro del circuito callejero. Según relató Claudio, “el arte callejero sabemos que está desde siempre”, pero fue a partir de la interacción entre músicos que transitaban diferentes esquinas y eventos que surgió la idea de formar una banda consolidada. “Fuimos tocando solos por la capital, por provincia, por todos lados, y surge la idea de armar una banda completa, con batería y todo, para hacer algo más completo, digamos, y que tengas un buen show”, detalló.
La filosofía detrás de esta apuesta es clara: la calle no debe ser sinónimo de improvisación ni de precariedad. Al contrario, Armando la Gorra busca ofrecer un espectáculo de calidad profesional. “Más allá de que sea callejero, no tiene por qué ser armado así nomás”, subrayó González. “Vos lo viste, tenemos una consola, tenemos los equipos todos potenciados. Yo, de hecho, cuando estoy cantando estoy con un in-ear puesto. Tratamos de ser lo más profesionales posible dentro de lo que hacemos, pero en la calle, traer todo lo que podamos para que la gente se pueda llevar un buen show”, remarcó.
La dinámica de sus presentaciones suele seguir un patrón casi mágico: primero, la sorpresa; luego, la curiosidad; y finalmente, la entrega total del público. “Al principio la gente pasa, se sorprende. Después se engancha y termina bailando”, describió el músico. “Primero es sorpresa, ¿qué hace esto acá? Porque empiezan a mirar y ven una batería, un teclado, una guitarra, una trompeta. Y después escuchan los temas, que, bueno, tenemos ensayo, estamos bien armaditos, digamos, y se sorprenden con el show”.

Ese primer impacto visual, al ver una banda con instrumentos amplificados, consolas y toda la parafernalia de un espectáculo de sala en plena calle, rápidamente da paso al disfrute. “Después se olvidan de la primera impresión, y ya es disfrutarlo”, contó González. El proceso de conexión con el público es orgánico: “Empiezan a cantar, de a poquito se van soltando, y al último terminan todos bailando, ya cuando hacemos alguno de Los Redondos también. A veces pinta y se están haciendo pogo acá en la esquina”, relató entre risas.
En cuanto a la manera de saber dónde y cuándo estarán tocando, la banda se maneja principalmente a través de las redes sociales. “Nosotros nos manejamos mucho por Instagram, porque la gente no sabe dónde tocamos”, explicó. La cuenta oficial es @armando.lagorra, donde publican las locaciones y horarios de sus próximas presentaciones. También tienen presencia en TikTok y en YouTube, plataformas que utilizan para difundir su arte y compartir momentos de sus shows callejeros.
Sobre su calendario fijo de presentaciones, Claudio González precisó: “Por lo general, nosotros tocamos los jueves en Puente Pacífico, a la mañana, de 11 a 2 o 3 de la tarde, y los viernes estamos en Florida y Mitre, enfrente al banco ICBC, hay un monumento importante ahí, muchas bandas callejeras han pasado por ahí”. Esos espacios, con alta circulación de personas, les permiten llegar a un público amplio y variado, que muchas veces los descubre de manera casual y termina siendo fiel seguidor.
La decisión de volcarse a la calle no es casual. La banda entiende el valor del acceso libre a la cultura. “Tengas o no dinero para poder pagar una entrada”, dijo González, “nosotros estamos acá para regalarte un show, porque creemos que el arte tiene que ser para todos”. La calle, con su ritmo frenético y su diversidad, es el escenario perfecto para transmitir esta filosofía.

Si bien Armando la Gorra tiene una impronta de rock argentino fuerte, su repertorio es variado y busca adaptarse al momento y al público. La interacción en tiempo real con quienes pasan por la calle es uno de los grandes diferenciales de sus shows. No es raro ver a gente de todas las edades detenerse, grabar videos, cantar a viva voz o sumarse al baile en medio de la vereda.
El fenómeno de las bandas callejeras que logran profesionalizar su propuesta no es nuevo, pero sí es algo que, en tiempos de crisis económica, cobra una relevancia particular. Para muchos, acceder a espectáculos pagos se ha vuelto un lujo, y la posibilidad de disfrutar de shows de esta calidad de manera gratuita, solo dejando una colaboración voluntaria si se puede, representa un verdadero bálsamo cultural.
El caso de Armando la Gorra es un ejemplo vivo de cómo la pasión, el compromiso y el profesionalismo pueden transformar la experiencia urbana diaria en un verdadero festival a cielo abierto. “Esa es nuestra obligación y eso es lo que le queremos regalar a la gente también”, concluyó Claudio González, reafirmando la misión que los mueve: regalar música, arte y alegría en cada rincón donde suenen sus instrumentos.