La ficción, que tuvo su paso por festivales como Mar del Plata y Marrakech, retrata el universo adolescente en tensión con la hipocresía adulta, y propone una reflexión cruda sobre el miedo, la moralidad y las consecuencias.
Luego de presentarse en escenarios internacionales como el Festival Internacional de Cine de Marrakech y el de Mar del Plata, el próximo jueves 5 de junio se estrenará en salas del país “La quinta”, el segundo largometraje en solitario de Silvina Schnicer. El film expone con mirada aguda los vínculos familiares, la inquietud adolescente y el modo en que los adultos enfrentan –o esquivan– lo que estremece su aparente estabilidad.
Con un elenco integrado por Valentín Salaverry, Milo Lis, Emma Cetrangolo, Cecilia Rainero, Sebastián Arzeno, Juliana Muras, Dario Levy y Alejandro Gigena, “La quinta” sitúa su relato en un contexto familiar aparentemente sencillo: Rudi y Silvia deciden alejarse de la ciudad con sus tres hijos —Martín, Federico y Silvina— para pasar las vacaciones de invierno en su casa de campo. Pero al llegar, un olor penetrante y desagradable les revela una verdad inesperada: la casa ha sido ocupada.
Desde ese instante, el padre toma el control del conflicto y acusa al casero del barrio, Tomás, buscando expulsarlo. En paralelo, y mientras los adultos intentan restaurar una idea de normalidad, los niños merodean entre la libertad y la inconsciencia, hasta que un hecho trágico interrumpe todo intento de retorno a la calma.
“El mal no da tregua”, reflexiona Schnicer en una declaración sobre su obra. “Se toma el trabajo de estar ahí, de perdurar, de recordarnos la posibilidad de la tragedia. Queda en nuestras manos liberarlo; queda en nosotros sacar a pasear a la bestia”. La directora construye así una historia que, más allá del conflicto explícito, indaga en lo que se esconde bajo la superficie de una vida que aparenta orden, felicidad y estabilidad.
La película se propone observar sin condescendencia y con una sinceridad incómoda la fragilidad de la adultez y la libertad pulsional de la infancia. “La quinta es una historia que se pregunta sobre la inquietante calma del cotidiano; sobre el costo de sostener la ilusión de una vida llana y contenida”, sostiene su directora, quien, junto a Ulises Porra Guardiola, ya había codirigido “Tigre” en 2017.
La inspiración surgió de sus propias memorias: “Para desarrollar esta historia me detuve en un recuerdo preciso: los veranos en familia, de cuando era niña, en una casa quinta que nos prestaba el jefe de mi papá. Allí fue donde la inocente apariencia de mis padres, del vecindario y de todos nosotros empezó a mostrar fisuras”, recuerda Schnicer. Y a partir de ese recuerdo, la película fue creciendo como una pregunta persistente sobre lo que se esconde bajo el barniz de lo cotidiano.
La directora apostó esta vez por una estructura más compacta que en su trabajo anterior. “Me propuse trabajar con una trama inequívoca, compacta. La historia está ligada a un conflicto central: la aparición de un muerto. Los adultos querrán omitir la presencia del problema o solucionarlo de la forma más rápida”, señala. La presencia de los niños, en contraposición, imprime un ritmo imprevisible, donde el horror y el juego conviven en un mismo plano.
Antes de su llegada al circuito comercial, “La quinta” fue parte de destacados espacios de desarrollo y coproducción como la Fundación Carolina de Madrid, el Encuentro de Coproducción Nuevas Miradas en Cuba, y los laboratorios Filmmaker Lab y Writers Studio del Festival Internacional de Cine de Toronto. También integró el Programa Last Push de ECAM Forum, en España.
Su recorrido por festivales ha sido igualmente sólido: participó en la competencia oficial del 21° Festival Internacional de Cine de Marrakech, donde recibió el Premio del Jurado, así como en el 39° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Además, fue parte de la programación del 24° Festival Internacional de Las Palmas de Gran Canaria, el 10° Festival de Cine de las Alturas y el 40° Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
“Creo que las historias más personales e íntimas tienen que ser tratadas con sinceridad, sin temor ni moralidad”, dice Schnicer. “Ésa es la manera de crear personajes vertiginosos, existenciales. Esa es mi principal motivación: entrever los matices del carácter, sus luces y sombras”.