“Pretty Woman, el musical”: un despliegue brillante que no logra abrazar el alma de la película

El clásico del cine de los noventa llegó al Teatro Astral en una versión que apuesta fuerte al musical, pero que no logra convencer como adaptación. Brillan el elenco, la puesta y el despliegue técnico, aunque el resultado final deja un sabor agridulce en quienes aman la historia original.

Hay algo que flota en el aire desde que se apagan las luces y se enciende el primer número musical de “Pretty Woman”: la duda sobre si esta historia, entrañable por su sencillez y carisma, necesitaba realmente ser transformada en una gran maquinaria de canciones, coreografías e interpretaciones vocales. Y es que más allá de la calidad técnica del espectáculo —que es impecable— la esencia de la película parece diluirse en un formato que no le hace justicia al relato original. Sin embargo y a favor de esta producción, su historia se basa en el musical de Broadway, pero es innegable que la mayoría de espectadores, asiste por su amor a la entrañable historia que consagró a Julia Roberts y Richard Gere.

La función del martes 3 de junio, destinada a prensa e invitados, fue una oportunidad para conocer de cerca este ambicioso proyecto que cuenta con Florencia Peña como Vivian Ward y Juan Ingaramo como Edward Lewis. Dos figuras potentes, cada una con una impronta artística definida, pero que aquí parecen forzadas a encajar en moldes prestados. Peña despliega toda su energía, su destreza vocal y su dominio escénico. Lo hace con entrega total, al estilo de una diva de Broadway. Pero su Vivian no tiene mucho de aquella mujer sencilla, sensible y pícara que enamoró al público en la película protagonizada por Julia Roberts.

Algo similar ocurre con Ingaramo, cuyo Edward mantiene cierta rigidez que lo aleja de aquel hombre frío pero encantador que aprendía a soltarse. Ambos tienen talento de sobra, pero no terminan de conectar ni entre ellos ni con la esencia del material original. Todo está bien hecho, pero se siente fuera de lugar, como si el espectáculo fuera una gran fiesta que no entiende del todo al homenajeado.

La dirección musical a cargo de Gaspar Scabuzzo y Pablo Citarella, y la dirección vocal de Matías Ibarra, son sólidas y ambiciosas. Cada número está cuidado al detalle. El cuerpo de baile y el ensamble, que incluye a artistas como Rocío Pardo, Nicolás Villalba, Flor Viterbo, Martu Loyato, Delfi García Escudero, Yasmín Corti, Pablo Juin, Evelyn Basile, Ro Nozoglia, Mica Romano, Micaela Fusaro, Matías Prieto Peccia, Ernesto Tito Díaz, Lázaro Balista y Fede Rampello, deslumbra con energía y técnica. Son ellos, quizás, los verdaderos sostenes de la obra.

Alejandra Perlusky compone a una Kit Deluca decidida y vibrante, con momentos musicales que resaltan su presencia en escena. Mariano Condoluci, como el Happy Man, lleva adelante un rol de narrador que resulta innecesario y hasta confuso para quienes conocen bien la película. En ese mismo rol alternan Walter Canella y Leo Bosio como Barnard Thompson, con interpretaciones correctas, pero atadas a una lógica de musical que le quita espontaneidad a una historia que originalmente era todo lo contrario.

Es una obra con muchísimo talento, excelentes cantantes, bailarines y actores. Pero no se siente que hayan brillado como realmente podrían haberlo hecho.

El problema central parece ser estructural. La película no es un musical, y convertirla en uno implica una relectura que en este caso no termina de cerrar. Las canciones, en muchos casos, parecen insertadas a la fuerza. El equilibrio entre lo narrativo y lo musical está desbalanceado.

Quizás, y relacionando de nuevo esta producción con la película en lugar del musical, cuando alguien decide ir al teatro a ver “Pretty Woman”, espera reencontrarse con una historia de amor sencilla, con momentos entrañables y personajes carismáticos. Pero lo que recibe es un show de alto nivel técnico y estético que, sin embargo, no logra emocionar como la película.

En síntesis, “Pretty Woman” en el Teatro Astral es un espectáculo enorme, con una factura impecable y un elenco de primer nivel, pero con un concepto que no termina de cuajar. Demasiado musical para una historia que no lo pedía, y demasiado alejada del corazón de su relato original. A veces, menos es más.

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