El músico español culminó su gira americana “Hola y Adiós” con un concierto en el Movistar Arena, la décima fecha en Buenos Aires. Un recorrido de canciones, recuerdos y afecto compartido que marcó el final de una etapa.
De esta manera, se dio el broche de oro para una serie que convocó a unas cien mil personas. El cantautor eligió cerrar en Buenos Aires, ciudad clave en su relación con América Latina, y lo hizo con una mezcla de emoción, canciones y palabras sentidas que confirmaron la profundidad de ese vínculo.
La noche se inició puntualmente a las 20:11, con la presentación de Iván Noble como telonero. Acompañado por una formación minimalista –guitarra, piano y voz–, ofreció un set intimista con títulos como “Perdido por perdido”, “Dame un motivo”, “Otro jueves cobarde” y “Avanti Morocha”. Antes de despedirse, compartió con el público su propia emoción por haber formado parte de la gira: “Fue un honor enorme abrir cada noche la fiesta del maestro, pero esta es muy especial, porque es la última”, expresó. Su saludo fue también el primer aplauso de una noche que estaría cargada de despedidas.

A las 21, las luces se apagaron y en las pantallas se proyectó un video con la canción “El último vals” acompañado por saludos grabados de amigos y colegas como Joan Manuel Serrat, Andrés Calamaro, Benjamín Prado, Leiva y Ricardo Darín. Ese montaje audiovisual ofició de introducción al momento más esperado.
Cuando Sabina apareció sobre el escenario, no tardó en dirigirse al público con palabras que resumieron el significado de la noche: “Todas las cosas llegan, y llegó: la última noche de la gira americana. Buenos Aires no es cualquier lugar para mí. Hace casi 40 años empecé aquí, y siempre sentí que esta ciudad me abría las puertas un poco más en cada visita”. Definió estos conciertos como “una celebración del milagro de que unas canciones escritas en otro continente pudieran llegar al corazón de los habitantes de esta ciudad”.
El repertorio incluyó clásicos de distintas etapas de su carrera: “Lágrimas de mármol”, “Lo niego todo”, “Mentiras piadosas”, “Ahora”, “Calle Melancolía” y “Quién me ha robado el mes de abril”. En este último caso, Sabina se permitió una dedicatoria: “Esta canción es para dos personas muy queridas que estuvieron en mis comienzos aquí: Juan Carlos Baglietto y el querido Tano Belfiore”. También evocó su Andalucía natal, donde “en abril florecen las calles con olor a jazmín”.
La puesta en escena tuvo un rol destacado: pantallas con visuales cuidadosamente seleccionadas, ilustraciones del estudio barcelonés Oyeme, dibujos del propio Sabina y un “Peces de ciudad” acompañado por una animación de Ana Juan que generó una de las respuestas más emotivas del público.
El músico estuvo acompañado por su banda habitual, integrada por Antonio García de Diego, Jaime Asúa, Borja Montenegro, Josemi Sagaste, Pedro Barceló, Laura Gómez Palma y Mara Barros. Cada integrante tuvo su espacio: Barros interpretó “Y si amanece por fin”, Asúa encabezó “Pacto entre caballeros” y el grupo en conjunto demostró oficio y solidez en los momentos en que Sabina dejó el escenario.
Con camisa de lunares y sombrero nuevo, el artista regresó para interpretar temas como “Donde habita el olvido” y “Peces de ciudad”. Antes de “Por el bulevar de los sueños rotos”, compartió una anécdota sobre su relación con Chavela Vargas y el origen de esa canción, nacida de una charla nocturna en Madrid: “Ella me dijo que vivía en el fúnebre de los sueños rojos. Yo supe que eso era el comienzo de algo hermoso”.
La conexión entre Sabina y su coro, Mara Barros, tuvo un momento especial con “Y sin embargo” y “Y sin embargo te quiero”, donde la mezcla de humor y ternura estuvo presente. Luego llegaron “Noche de bodas” y “Y nos dieron las diez”, que simularon un cierre. Pero el público no se movió: aún faltaban los bises.
En la última parte del show llegaron “La canción más hermosa del mundo” y “Tan joven y tan viejo”. Antes del tema final, Sabina resumió el sentir de muchos: “Sois el mejor público del mundo”. Para “Contigo”, modificó sutilmente algunos versos: reemplazó “París con aguacero” por “Venecia con aguacero”, y “muchacha de ojos tristes” por “porteña de ojos tristes”, un guiño local que generó una ovación.
El concierto terminó con “Princesa”. Esta vez no hubo simulacro: fue el cierre real. Sabina se levantó de su silla, saludó con un “¡Chau Buenos Aires, hasta siempre!” y dejó que las luces del Movistar Arena iluminaran al público. La banda se abrazó sobre el escenario, posó para una foto final y acompañó con sus gestos una emoción que era compartida por todos los presentes.
Fue el último capítulo en un recorrido compartido que deja huella. No hubo grandes efectos ni grandilocuencias, sino canciones, palabras y gestos que, como siempre en Sabina, dijeron lo esencial.
Crédito de fotos: Guido Adler